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Si existiera un eslogan de marca para la educación en la era millennial, ese podría ser el de Andrea Ros, conocida como @madremente en Instagram y autora del pódcast La vida secreta de las madres.

Las nuevas generaciones de madres y padres, fundamentalmente Generación X y Generación millennial, son generaciones muy distintas a las de sus progenitores. Están compuestas, en general, por personas más formadas, preparadas, sensibles, concienciadas y comprometidas con la crianza. Hay una intención de superar las carencias vividas en la propia infancia, lo cual denota una firme predisposición al progreso. Pero a su vez, y lo decimos en base a lo que hemos visto en la consulta, esto también crea una nueva fragilidad, más sutil y desapercibida. Una fragilidad normalizada, que no se vive como tal.

 

Más bien al contrario.

 

Una fragilidad que se siente como fortaleza.

Esta fragilidad es complicada de comunicar. Y es complicada, porque no está exenta de controversia. Pero de no señalarla, de no nombrarla, de no darle un lugar y abordarla, estaríamos haciendo un documental aséptico, políticamente correcta y no  sin riesgo de caer en una cierta hipocresía mainstream para contentar a todo el público. En especial, al más crítico.

 

Esta fragilidad de la que hablamos la hemos nombrado como «sobreprotección millenialmillennial».

 

La sobreprotección millenialmillennial consiste en profesionalizar la crianza. Implica que nos convertimrnos en madres, padres y referentes educativos extremadamente competentes. Extremadamente versados en la materia. Somos tan extremadamente expertos, diestras y hábiles que incluso acabamos situándonos no como lo que somos, unas simples y cardinales figuras de acompañamiento, sino casi como dioses jugando a crear el destino de quienes están a nuestro cargo.


 

Aprende cómo superar la «sobreprotección millennial» distinguiendo dos estrategias educativas clave:

Mirada apreciativa vs.

Mirada centrada en Déficit

Mentalidad de Crecimiento